31 O bien, pagad en compensación quinientos talentos de plata y
otros quinientos talentos por los estragos que habéis causado y por
los
impuestos de las ciudades. De lo contrario iremos y os haremos la guerra.»
32 Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la
magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y
todo el
esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del
rey
33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos
apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de
la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente
nuestros enemigos
34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos
recuperado la heredad de nuestros padres.